
Las bacterias que viven en nuestro intestino cuidan de la salud de nuestro estómago y también influyen en el estado de nuestro cerebro. Se ha demostrado que cuando un ratón recibe heces de un humano con depresión, el ratón también se deprime. Y también se ha observado que hay una relación directa entre dolencias gastrointestinales y patologías psiquiátricas como el autismo, la ansiedad o la depresión.
No lo digo, lo dice El País en este artículo. “Ya se han realizado estudios en humanos en los que se compara la microbiota de personas sanas con la de otras que tienen cierta enfermedad y se ha visto que modificando el ecosistema intestinal o sus funciones se pueden reducir los estados de ansiedad”, explica Yolanda Sanz, investigadora del CSIC y coordinadora del proyecto europeo MyNewGut, una iniciativa financiada con 9 millones de euros por la Unión Europea para estudiar las bacterias intestinales. Sin embargo, añade, “con enfermedades más graves no hay evidencia de causa efecto”.
El malestar intestinal puede provocar ansiedad o depresión
Sanz también menciona el interés de algo que casi todo el mundo ha experimentado, la relación entre estados emocionales alterados y el malestar intestinal. “En personas con alteraciones gastrointestinales, como síndrome de intestino irritable, se había observado que tienen problemas como la ansiedad o incluso depresión”, señala Sanz. “En estos pacientes con estos trastornos mentales, se ha observado que la mitad tenían problemas del sistema digestivo”, continúa.
Pero, ¿qué vino antes el huevo o la gallina? ¿Cuál es la causa y cuál el efecto en los problemas intestinales y mentales? Las intervenciones en pacientes pueden dar la respuesta. Se hace con alimentos o bacterias prebióticas o probióticas que modifican el equilibrio entre microbios para marcar la diferencia entre la enfermedad y la salud.
No obstante, Sanz reconoce que el conocimiento aún es escaso para pensar en intervenir sobre el ecosistema microbiano con éxito: “Hay algunas publicaciones que muestran que algunos probióticos pueden reducir la ansiedad, pero son estudios pequeños que en su mayoría no se han reproducido”. “Es pronto para poder hacer recomendaciones generalizadas, porque la complejidad del ecosistema intestinal es muy alta y pensar que con una sola bacteria vamos a solucionar el problema es simplista. Habrá que pensar en modificar el ecosistema con intervenciones más integrales”, concluye.
Cómo curan los probióticos
Ya hay algún ensayo clínico con probióticos (microorganismos vivos) que se han administrado para tratar la depresión. Se ha visto que ha sido beneficioso, aunque todavía se tiene que confirmar el resultado. Además, más allá de los probióticos, lo que importa es una buena dieta.
Así opina Vicent Balanzá, investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental en la Universidad de Valencia. “Tenemos datos científicos de que una buena dieta, como la mediterránea, incrementa la diversidad de la microbiota intestinal y tiene efectos antiinflamatorios”, señala. El psiquiatra de la UV puntualiza que este tipo de intervenciones “se consideran añadidos a psicofármacos o a otros tratamientos”.
Dada la heterogeneidad de los trastornos psiquiátricos, que están definidos por síntomas que pueden tener bases fisiológicas diversas, no se puede plantear un tratamiento único. Balanzá indica que se deberá distinguir condiciones particulares dentro de dolencias que llevan el mismo nombre.
En el caso de la depresión, por ejemplo, el investigador explica que “gracias a los estudios de Michael Maes, sabemos que un tercio de los pacientes con depresión presentan el síndrome de intestino permeable”. “Esto no lo encontramos en todas las personas con depresión, así que las intervenciones encaminadas a modular la microbiota intestinal no serían útiles para todos los pacientes, se trataría de identificar a aquellos que se pueden beneficiar de las intervenciones”, asevera.
Tags: Buena Vida, Vida Sana